Piñonates serranos - Fotografía de ©Jorge Garrido

El delicioso Piñonate – Lo mejor de La Sierra de Aracena

Entre algunas variantes que comparten el nombre de piñonate, el de «estilo andaluz» es el mío, con la forma y el sabor que me gusta reencontrar.

Guardar para encontrar – El piñonate

Aunque ya hayan quedado atrás los ecos de tambores, saetas y todo el mundo cofrade hasta el próximo año, para mí y para este blog hay varias cosas de la Semana Santa que van a seguir resonando al menos algunas semanas más.

En el cúmulo de experiencias y descubrimientos de estas vacaciones, he tenido la precaución de ir anotando muchas de ellas en mi libreta para que, llegado el momento, pueda dedicarles el tiempo merecido. Es algo que me sucede con mucha frecuencia al conducir y viajar. Mi mente se relaja con el suave runrún del motor y parecen desaparecer los frenos que ponen trabas a la creatividad. A poco que tenga la iniciativa de guardar estos pensamientos anotándolos de cualquier forma, creo toda una fuente rica e inagotable de recursos para mis páginas y proyectos.

Entre las más notables notas que he rescatado al volver a casa, una de ellas ha sido sobre los dulces que he ido encontrando durante el camino y los que no. Torrijas, buñuelos y cada vez más figuras de chocolate, parecen ser lo común en cualquier parada sean cuales sean las coordenadas de nuestro país por las que circulemos. Estas básicas y universales recetas son como un fondo de armario fáciles de encontrar en la mayoría de ventas y cafeterías de nuestra piel de toro.

Piñonate serrano – winroseblog

Sin embargo, hay otras especialidades que parecen no querer viajar más allá de sus cunas y naturales viveros. Hasta que no tuve la oportunidad, hace muchos años, de dejar atrás los montes y pueblos de mi sierra, no conocí la realidad del mundo en el que vivía.

De mis dulces favoritos de primavera como las florecillas, pestiños, virutas de azúcar y canela… me quedo con cualquiera de los que recuerdo haber visto hacer en casa a mi madre y mi abuela en tardes de cocina con intenso olor a aceite, anís y miel. Supongo que nada que se compre hecho puede hacer sombra a tan hogareñas postales guardadas en el alma para siempre.

Por la forma de comerlo, a pequeños bocaditos, hoy voy a elegir una especialidad que solo he encontrado en este rincón del mapa, por lo que me ha sido muy fácil echarla de menos cada vez que he dejado atrás mi casa.

El piñonate serrano

Tras una búsqueda en la que he intentado que internet me mostrara los orígenes de este dulce, he podido comprobar que cada receta y variante se funden con el tiempo, las cocinas y la tradición local. Quizás lo de menos en este caso sea intentar teorizar un sabor que pertenece a los pueblos y no a los archivos.

Entre algunas variantes que comparten el nombre dentro y fuera de nuestras fronteras, el de «estilo andaluz» parece ser el mío con la forma y manera que espero encontrar. Esa masa frita bañada por la miel, la presentación en dados o cubiletes y el olor a canela, naranja y matalahúva, son la firma de identidad que fácilmente reconozco.

Como decía, creo que encuentro el placer en la forma de comerlos. La masa compacta y de cierta dureza no admite el ataque directo a grandes mordidas. El pequeño ratón glotón que disfruta comiendo los quesos a pequeños trocitos, es el mismo que se despierta en mí mientras que voy intentando desengranar la madeja enredada de fina masa. Girándolo entre mis dedos busco el lugar donde morder alguna esquinita y poco a poco, mis dientes van ganando la dulce partida.

Como muchos ya sabéis, este no es un blog de recetas. No me considero capaz de aconsejar con cantidades exactas ni listas de ingredientes. Mi paso por la cocina es mucho más «creativo» y espontáneo. Dicho lo cual, voy a coger prestada la que he encontrado que más se acerca a mis referencias de este dulce.

De la web divinaconcina.es me quedo con su eslogan (Recetas sencillas para alegrarte la vida) y con la forma de prepararlos que tanto me recuerda a aquellas tardes en la cocina de mi abuela.

Piñonates serranos - Fotografía de ©Jorge Garrido
Piñonates serranos – Fotografía de ©Jorge Garrido

Para todo el año

De los dulces típicos de navidades y Semana Santa, comparto cierta herencia que mi abuelo me dejó en sus costumbres. Las cajas de mantecados, los turrones, los pestiños, piñonates y torrijas… entraban puntualmente en la casa en esas dos fechas tan señaladas. Por supuesto, en el atracón de esos días con sus cenas y comidas tan sobredimensionadas, es imposible disfrutar con apetito de estos pequeños tesoros gastronómicos.

Pasadas esas referencias en rojo del calendario, un año completo queda para asimilar y dar buena cuenta de todo lo acumulado en la despensa. La hora del café, ese de puchero o hervido en la italiana, llega puntualmente cada tarde. La cadencia de los días y la sabiduría del tiempo bien aprendida daban para dulces meriendas todo el invierno, la primavera y algunas veces, hasta el verano.

Sirvan estas palabras de hoy como homenaje a la edad cuando conlleva el aprendizaje de la vida, sus costumbres y la figura de los abuelos enseñando a recorrer los caminos ya horadados.

¡Salud!

Café y dulce - Fotografía de ©Jorge Garrido
Café y dulce – Fotografía de ©Jorge Garrido

Nota: Desde Windroseblog agradecemos a Jorge Garrido de ©Sierra.photo.blog, las fotografías de este artículo.

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