Viajar es el gran placer

Viajar es el gran placer – Sabor en el camino

Viajar es un gran placer. Aunque sea una frase hecha, creo que muchos estaremos de acuerdo en esta afirmación universal.

En el camino

Está claro que hay muchas clases de viaje (de placer, negocios, visitas obligadas…), pero el simple hecho de salir del marco diario y cotidiano ya supone todo un aliciente para emprender el camino, sea cual sea el destino y la motivación.

Hace años que escuché una frase que se me quedó grabada en el alma y que sin necesidad de haberla apuntado en ninguna agenda, la recuerdo a menudo en mi vida: “Viajar es como un libro, si no viajas es como si siempre leyeras la misma página”.

Aunque algunas hojas (continuando con la metáfora), las he leído alguna vez más de las que me hubiera gustado, en general casi siempre siento ese impulso que me anima a preparar el equipaje y conocer horizontes nuevos. Es más, desde hace algunos años, siempre tengo un pequeño bolso con un neceser completo y un par de mudas en el maletero de mi coche. Cuando se presenta la ocasión y el impulso, no hay que dejarlo pasar por nimiedades.

Como suele pasar en la vida con cierta frecuencia, a menudo las cosas menos planeadas son las más sabrosas. Están llenas de todo ese sabor y frescura de la espontaneidad atrapada al vuelo, y en cada «salto» se nos cae esa fina capa rancia que diferencia a un espíritu joven de otro viejo. La juventud es una cualidad medida en actos, no en años. Dejemos que la experiencia sirva para dirigir los pasos, no para evitar darlos.

Cruzar fronteras, perderse por carreteras pequeñas y solitarias, idiomas, culturas, costumbres y gastronomía; son razones más que suficientes para mí.

Gasolinera rural antigua
Gasolinera clásica de mediados del siglo XX

Fiel reflejo

Cualquiera que sea el medio que elijamos y la distancia a recorrer, casi siempre estamos obligados a pasar por gasolineras, estaciones o aeropuertos. Son en estos puntos donde el sentir de una tierra suele estar reflejado como reclamos y souvenirs para el viajero.

Me encanta parar en esas pequeñas gasolineras colocadas en las travesías de los pueblos y que están abarrotadas con todo lo que la comarca ofrece. A menudo son un fiel escaparate del trabajo diario de muchos de sus vecinos y con solo una ojeada podemos hacer una certera radiografía de la industria típica de la zona.

Normalmente los precios suelen estar ligeramente al alza pero bien merecen pagar un poco más si solo estamos de paso y los hemos encontrado a pie del camino.

A modo de ejemplo, citar que resulta casi imposible no encontrar un expositor con cuchillería en la provincia de Albacete, aceites de oliva en Jaén o naranjas en Valencia.

—- Viajar es el gran placer —-

Casi todas coinciden en mostrar orgullosas los vinos de la tierra, sus chacinas, quesos, dulces y manjares más representativos de la tradición local. Me encanta conversar con los dependientes, que a modo de improvisados cicerones, se ofrecen a hablarnos de las cualidades de unos y otros, con la seguridad de quien se ha criado cerca del entorno y conoce los secretos y detalles de los artículos.

En estas pequeñas charlas se puede palpar el compromiso de la sangre y la tierra. A poco que nos dejemos llevar, el valor añadido a cada pieza quedará marcado más por las palabras que por el precio y la etiqueta. Cuando esto ocurre, siento que mi riqueza no está dentro del monedero con el que pagaré la pieza, sino, por el contrario, que he recibido un valor mucho mayor al importe marcado.

Viajar es el gran placer – Lugares pequeños y típicos

Fuera del mapa – Los secretos

Cada estación tiene su apogeo, cada pastel tiene su guinda y cada viaje tiene su cenit. Esto es así.

Lejos de encontrar el punto culminante de cada salida en el destino marcado en el navegador, la sensación más auténtica y de mayor impacto para mi memoria suele estar casi siempre en el camino, no en el destino.

Cuando por el motivo que sea se abandona la ruta trazada y se continúa por otra improvisada y fuera del itinerario, es donde realmente aparece la verdadera experiencia y sentimiento de viajar. Cuando se encuentra lo inesperado, cuando se descubre lo insospechado, es cuando más viajero me siento. Un rincón, un paisaje, un pequeño río lleno de encanto o una obra de ingeniería que no aparece en las guías para turistas; ese es el verdadero tesoro para el archivo visual de la memoria.

Luego están las personas. Siempre hay lugar para una charla con algún vecino de ese pueblo; con alguien que trabaja allí y le encanta hablar sobre su día a día; y con ese artesano que sin apenas levantar la mirada de su trabajo nos cuenta los secretos del oficio que realiza.

Por último llegan los sabores. ¡Cuántas veces he tenido que preguntar al leer una carta o una pizarra en la pared el misterio de ese nombre totalmente desconocido para mí! La respuesta, con esta u otras palabras siempre comenzaba así: – Usted no es de por aquí, ¿verdad? –

Paisaje rural en acuarela
Paisaje rural en acuarela

Recopilando ideas

Coleccionar estos momentos tan grandes como cualquier otra catedral, son los que me han llevado una y otra vez a traspasar el umbral de mi puerta y creer a ciencia cierta, que viajar es el gran placer de la vida.

De esta forma tan auténtica y sencilla, me gusta ir llenando mi bolsa de viaje con recuerdos que de seguro no van a terminar cubiertos de polvo en las estanterías de algún mueble. Todo lo contrario, deseoso de llegar a casa y compartir vinos y sabores para los cuales no van a faltar familia y amigos dispuestos a pasar un buen rato.

¡Salud!

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