Siguiendo mi impulso, me encanta elaborar recetas tradicionales serranas. El licor casero de membrillo es una ambrosía para todo el invierno
Frutos de otoño, sabores de invierno
El invierno acaba de comenzar. Por estas tierras de la Sierra de Aracena, al norte de la provincia de Huelva, aún no ha llegado a sentirse como sin duda se sentirá. Este año los fríos parece que tardan en llegar. Las fiestas, las celebraciones y todas las fechas importantes que hemos pasado en los últimos días están a punto de terminar. El calendario natural de las cosas, ese que nunca se puede precisar en el almanaque, se está demorando esta temporada en traer las temperaturas que le son propias.
Disfrutar de los guantes, la bufanda y los placeres de interior es algo que a menudo no es fácil de compartir ni entender. Puedo comprenderlo. Por mi parte, intento sacar de cada mes lo mejor para poder exprimir el año al completo y disfrutar del jugo de estas doce piezas de fruta. Apartar alguna por su natural condición sería un pecado de menosprecio que no estoy dispuesto a cometer.
El placer de la chimenea, la ropa de abrigo y las tardes largas y oscuras, tiene un encanto del cual sé sacar momentos imperecederos. Me gustan los juegos de mesa con mi hijo, la lectura frente a la lumbre que trato de inculcarle, la virtud de un instrumento musical y la recompensa del tiempo en la cocina. Por su corta edad, aún hay placeres culinarios que reservo para mí y mis invitados. Cada cosa en su momento.
En octubre preparé algunos licores y mermeladas de frutas de otoño que ahora, ya fuera de su natural temporada, son todo un placer y lujo exótico imposible de volver a repetir hasta el próximo año.
Licor de membrillo
Un buen amigo me regaló una cesta de membrillos de sus propios frutales. Preciosos, grandes y amarillos, mi primera intención fue la de colocarlos en un gran centro de mesa. Al poco rato, un olor dulce, intenso y delicioso ya llenaba toda la casa. Tras un par de días el aroma era embriagador. Sabía que no iban a aguantar demasiado sin empezar a sobremadurar. Aquella esencia era un perfume digno de las ambrosías y néctares de los antiguos dioses helénicos.
Siguiendo mi impulso, compré por la web un litro de alcohol de boca, que a la mañana siguiente llegó con la paquetería del día directamente hasta mi casa. Esa misma tarde, sin dejar pasar una hora más de lo necesario, me puse manos a la obra.
Lo primero, buena música de fondo para trabajar; después, todo lo demás. En un tarro de cristal grande y hermético eché todo el alcohol hasta dejarlo, más o menos, a un tercio de su capacidad. Después pasé por el grifo toda la fruta para a modo de ducha ligera quitarle el polvo y limpiarla superficialmente, sin frotar ni erosionar lu piel. Armado de paciencia y un pequeño cuchillo comencé la tarea de pelar y picar todos los membrillos; unas 15 ó 20 piezas que pesarían 5 ó 6 kilos en total.
Toda la piel la fui dejando directamente en el alcohol y la carne de la fruta en un perol grande, bien picada para hacer confitura. Sobre ésta, solo diré que está todo lo deliciosa que cabe esperar. La receta para la mermelada de membrillo es fácil de encontrar. Varios kilos en tarros pequeños dan para todo el año e incluso regalar a aquellas personas que sin duda sabrán valorar el trabajo y el resultado.
Licor de membrillo casero – windroseblog.es
Volviendo al alcohol, al final el tarro quedó casi lleno con todas las mondas de la fruta perfectamente cubiertas y sumergidas en el destilado. A partir de ese momento, asegurando bien el cierre, el arte de la maceración comienza su tarea lenta y precisa.
En dos semanas el cristalino y neutro alcohol de melazas había hecho su trabajo. Un nuevo líquido, rubio como el sol y con la misma potencia que el mejor de los perfumes, había sido capaz de absorber ver toda la esencia natural y pura de la piel. Bien escurrido y filtrado, ya sólo quedaba rebajar con agua y azúcar en proporción de 1/4 para obtener un licor de 20º. Por supuesto, una varita de canela en rama en cada una de las botellas o frascas que llené (cinco de a litro), para darle ese toque y aroma a invierno que tan gratificante me resulta.
Un par de semanas más en la botella para que termine de captar la canela y fraguar los sabores y ¡listo! 5 litros de licor es mucho licor, así que algunos de mis regalos de estas navidades han sido genuinos, únicos y 100 % artesanales.
Año nuevo
No soy amigo de la numerología ni de ninguna otra pseudociencia que se dedique a vender quimeras, pero no es menos cierto que algunos números me gustan más que otros. El 23 es sin duda mágico, quizás por ser el de mi cumpleaños y por su estética y sonoridad lleno de connotaciones subjetivas para mí.
Comienza un año precioso para seguir trabajando por todo aquello que nos importa y disfrutar de los logros acumulados y venideros. Seguir el viejo camino en su nuevo tramo en un punto de vista melódico, dulce y justo para mis ideales.
Los frutos del año pasado, macerados y conservados; me van a servir este 2023 para llenar la copa con la que pienso de brindar muchas noches. Vendrán artículos nuevos; los amigos de siempre y los que están por conocer; pasiones que seguir cultivando y las sorpresas de lo inesperado para dar chispa al porvenir; una familia que ver crecer y sueños por cumplir.
¡Salud!
Nota: Desde Windroseblog agradecemos a Jorge Garrido de ©Sierra.photo.blog, las fotografías de este artículo.
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