Al norte de la provincia de Salamanca, I.G.P. Lenteja de La Armuña marca la diferencia entre lo de siempre y lo excepcional, entre lo simplemente bueno y lo exquisito.
Ganas de cambio
Poco a poco va llegando el otoño. Vamos volviendo a las mangas largas y toda la ropa guardada desde hace meses. Día tras día, el mercurio va acortando su paseo colgado en la pared de mi patio, y mantas y edredones vuelven a vestir nuestras camas.
Aún es pronto para la chimenea, pero ya siento como si me mirase de reojo. Puedo imaginar en su boca una sonrisa pícara, intentando decirme: – ¡Ya eres mío! – …y es cierto. Mis pensamientos ya rondan el aprovisionamiento de leña: ramas finas y hojarasca para encenderla y que prenda bien. Después, leña robusta de encina para que el calor sea duradero y reconfortante.
Ha llovido por fin algo, y la humedad se deja sentir por las mañanas. Espero que aún vaya cayendo más agua para alegrar los castaños. En un par semanas, se podrá salir al campo a buscar setas, y la temporada de tanas, gurumelos, tentullos y gallipiernos comenzará en su orden trayendo guisos y riquísimos revueltos.
Tengo mucha hierbabuena en el patio. Confieso que alguna que otra ramita ha «caído» durante el verano en algún que otro mojito e incluso en mi receta de salmorejo. Pero no fué esa la idea con la que la sembré. Son sus balsámicos olores en el caldo del puchero, el consomé e incluso el té; los que llenaron mis pensamientos cuando la planté.
Es curioso, a la hierbabuena le gusta que usemos sus hojas. Si no las coges en un tiempo, la mata se pone fea y se mustia, pero si te vas acercando a ella, de tarde en tarde, y con la ayuda de las tijeras de cocina te traes unos brotes, la planta se expande por todo el arriate y se la siente más viva que nunca.
También así, vamos recuperando el gusto por la cuchara. Sus cálidas sopas, guisos y estofados caen mejor en el cuerpo cuando su calor empieza a ser un agradable aliado.
Ya echo de menos esas mañanas tranquilas en casa, con toda la cocina húmeda por los vapores del puchero puesto a hervir a fuego lento. Los cristales empañados y ese «chup, chup» escuchándose durante varias horas mientras lo voy mirando de reojo, atareado con el ordenador o con un buen libro.
El placer de la «comida caliente» o «de cuchara» es el placer de comer despacio, de reconfortarnos con la pausada cadencia de saborear caldos que reconstruyen cuerpo y alma. Llevan en su esencia el sabor de carnes, verduras y legumbres que marcan la diferencia entre lo de siempre y lo excepcional; entre lo simplemente bueno y lo exquisito.
I.G.P. Lenteja de La Armuña
Al norte de la provincia de Salamanca, unos treinta municipios forman la demarcación Comarca de la Armuña. Sus tierras llanas de labranza, han sabido acoger un cultivo que encuentra en estos suelos un santuario para dar lo mejor que se puede esperar de una de las leguminosas que reinan en nuestro país y nuestra gastronomía.
Lenteja de la Armuña es una Indicación Geográfica Protegida que destaca la calidad de las lentejas de la variedad «Rubia de la Armuña» producidas bajo este sello. Poseen un color verde claro, a veces jaspeado, con un alto contenido en hidratos de carbono, proteínas e hierro. Pero sobre todo, un sabor y una textura que le confieren su mayor seña de identidad, con unas cualidades organolépticas que marcan la diferencia y crean una cocina distinta y única.
Sin olvidarnos nunca de ponerlas en remojo el día anterior; cocinar y disfrutar de un potaje de lentejas puede ser una sabrosa y fácil experiencia. Basta tan solo con añadir algunos ingredientes más, si de entrada ya hemos acertado eligiendo la calidad de una pequeña leguminosa, grande en la cocina española.
I.G.P. Lenteja de La Armuña ha producido en los últimos ejercicios alrededor de 500.000 kg de lentejas certificadas y envasadas bajo el control de su Consejo Regulador. Algo más de la mitad (unos 300.000 kg) fue para el consumo nacional y el resto para países comunitarios y la exportación a terceros. En la actualidad el número de productores asociados ronda los 200.
Esta leguminosa tiene su futuro garantizado no solo por su gran sabor, sino por ser un cultivo mejorante del suelo, ya que reduce el uso de fertilizantes. La Política Agraria Común exige incluir en la rotación de siembras estas variedades de enriquecen la tierra de forma natural, mitigando el uso de abonos químicos.
Olla, puchero y caldo
Inaugurada la temporada, estas tres palabras son mi Bálsamo de Fierabrás. Con tan sólo pronunciarlas, se produce el mágico conjuro que abre las puertas de mi estómago y mi apetito al igual que con aquel otro ¡Ábrete Sésamo! se apartaban las enormes y pesadas piedras de las Mil y una noches.
A lo ancho de este verano, he ido recogiendo en mis viajes legumbres y arroces de muchos rincones de España. Bien guardados hasta este día, es hora de dar buena cuenta de ellos. Garbanzo de Fuentesaúco, Faba Asturiana, Alubias de La Bañeza… todos esperaban su turno en mi despensa que por fin va llegando.
Se me están empezando a pasar por la cabeza algunos platos que muy pronto voy a comenzar a preparar. La crema de lentejas y las lentejas con mariscos y almejas es algo a lo que no me puedo resistir. ¡A ver que encuentro mañana en el mercado!
¡Salud!
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