De norte a sur, en Lleida se enmarca la D.O.P. Costers del Segre con sus vinos nacidos entre la montaña pirenaica y el cauce de su río.
Montañas, montes y colinas
Siempre me han gustado los caminos rurales. Es la geografía la única maestra que ha creado senderos, pasos y vías que han sabido soportar el paso de los años. Ríos y montañas han marcado desde siempre los límites y fronteras naturales para una región, para un pueblo y su cultura. Vivir en el llano, en las praderas o cerca de las cumbres amolda los caracteres a unos usos dictados por la propia naturaleza del entorno.
Lejos del tiralíneas y la recta rigidez de la industria de nuestros días, antaño, las sinuosas figuras que dibujaban los viajeros y sus cargas para pasar de una población a otra, eran el mapa mismo de las aguas. Los barrancos y todas las piedras y riscos que había que sortear para transitar de un punto a otro, eran los artífices naturales que ordenaban el trayecto a seguir. Las distancias se medían de valles y montes, las direcciones eran los cursos de ríos y riachuelos y el sentido no era otro que aquel seguido por la corriente o su antónima pendiente.
— ¡Buenas tardes!
— ¡Nos de Dios!
— ¿El camino para La Puebla?
— Baje el valle sin salir del sendero. Cuando llegue al río lo cruza por las piedras y siguiendo las aguas, antes de que se remanse en los llanos, habrá llegado.
— ¿Antes de que anochezca?
— Sí, si no se entretiene.
— ¡Con Dios!
— ¡Con Dios!
Hubo un tiempo, no demasiado lejano, en que las indicaciones serían así.
Luz y cielo
En la provincia de Lleida, bajando por la vertiente sur del Pirineo Catalán y flanqueado al este por La Sierra de Montsant, baja el Río Segre, después de nacer en Francia cerca de la frontera de Andorra. Siguiendo su cauce, deja atrás las altas cumbres nevadas de la cordillera magna. Con la mirada puesta en la ciudad, como cualquier joven deslumbrado por sus luces, apenas desvía su paso salvo para jugar y trastear con las piedras en los recodos del camino. Pasada su aventura en la capital, se une al Ebro en compañía de otras mil aguas más, compartiendo sus vivencias y disfrutando de historias lejanas del oeste.
La luz cerca de las nieves deja una sensación muy especial, también el río, claro está, queda deslumbrado por el brillo cegador que refleja en las cumbres al Sol. En sus primeros días, este recuerdo se unirá a las partículas de su líquida memoria, llevándolo en su claridad y en su viaje.
El cielo se mide mejor si apoyamos la medida en una regla de picos y valles. En el mar o en los llanos la inmensidad no encuentra referencias para calibrarse. A los pies de Los Pirineos, Dios deja esta plantilla y sus marcas para que el río y los hombres puedan comparar y medirse.
En este marco, y no otro; con las aguas de este río, y no otras; y con esta luz, se cultivan viñedos para cosechar sus frutos y crear un vino de carácter único.
D.O.P. Costers del Segre
El vino es un gran embajador, sin lugar a dudas. Si una imagen vale más que mil palabras, descorchar una botella, embriagarse por su aroma y probar el vino, aun con los ojos cerrados, vale más que mil imágenes.
En Lleida está asentada la sede del Consejo Regulador de la Denominación de Origen Protegida Costers del Segre. Desde aquí, siete subzonas productoras de estos caldos, cuidan y vigilan su calidad rica en los matices de este marco único.
De norte a sur y siempre siguiendo el curso del Segre, sus orillas y costas humedecen las tierras de la D.O. a través de 60 municipios en 10 comarcas y un desnivel que baja desde los 1.100 metros hasta los 200, considerándose viticultura de montaña en tres de las siete subzonas:
- Pallars – «El vino del Pirineo»
- Artesa del Segre – «Vinos de niebla»
- Urgell – «De historia y tradición»
- Segriá – «La esencia de Lleida»
- Raimat – «Vinos con nombre propio»
- Valls de Riucorb – «Los vinos tocados por la marinada»
- Les Garrigues – «La región del vino y el aceite»
Siete diferencias bajo el mismo marco común de su río y su cauce.
Clásicos y modernos, sus vinos están marcados por las variedades de uvas Macabeo, Parellada y Chardonnay en los blancos; y Cabernet Sauvignon, Merlot, Syrah y Pinot Noir en los tintos. También las cepas tradicionales Ull de Llebre, Garnacha y Trepat, encuentra su lugar en los cultivos. En total casi 4.000 hectáreas de viñedo mimadas por más de 500 viticultores forman la D.O.P. Costers del Segre.
Una apuesta clara por la sostenibilidad mantiene la producción alrededor de los 100.000 hectolitros anuales con calificaciones entre Muy Buena y Excelente.
El terruño y clima continental seco predominante terminan de poner el acento y marcan la personalidad de estos cultivos. Días calurosos y noches frías durante el verano matizan la maduración de las uvas que producen unos caldos con sabores intensos y elevada acidez.
Sabor a Lleida
Finalmente, una treintena de bodegas asociadas a la D.O.P. invitan a conocer y probar sus excelentes vinos. Un viaje de descubrimiento de norte a sur o desde el sur hasta el norte queda marcado y perfectamente definido por el río Segre, su curso, las siete subzonas de producción y una cuidada elegancia y belleza en cada visita. El enoturismo se viste de luz, montaña y valle, y queda inaugurada la mesa donde descorchar una botella y disfrutar de la vida en este maridaje de tierra y cielo.
Para completar esta mesa de sabor interior y catalán, un riquísimo abanico de sabores gourmet esperan en cada comarca listo para probar tras nuestro brindis de hoy con la Denominación de Origen Protegida Costers del Segre: patés y embutidos de caza en Val D´Aran, caracoles a la llauna en Segriá, Longaniza y fuet de Solsones, quesos y mantequillas en Alt Urgell, ratafía de Segarra…
¡Salud!
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